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17.12.13

Alguien me dijo una vez “Fingir que no duele, duele el doble”. Tardaría mucho tiempo en darme de cuenta de la razón que tenía esa frase,  pero desde que la comprendí, vivo con ella.  Pero… ¿Qué os voy a contar? Si esto nos ha pasado a todos. Todos hemos fingido que todo iba bien, nos hemos puesto una sonrisa en la cara y hemos sacado fuerzas de donde no las había para  aparentar, para que no preguntaran, porque no quedaba otra. Intentar ser feliz es complicado, cuando te das cuenta de que ya no os queda un futuro juntos, cuando ya no serás tú a la que abrace, a la que haga sonreír, cuando te das cuenta de que ya no serás tú a la que despierte a besos cada mañana, cuando te das cuenta de que a tu historia de “para siempre” le pusieron un punto final sin tú quererlo. Y te das cuenta de que tienes que ser fuerte, y seguir adelante, pero también te das cuenta de que ya no tienes razones para hacerlo. Cierras los ojos, ya no puedes más, buscas el momento en el que todo ha cambiado, pero ya no lo encuentras, te sientes rota, pero no lo aparentas, al menos cuando el mundo te rodea, pero sola la cosa cambia. Cuando estás sola, no puedes pensar en todo lo que ya no tienes, y sobre todo en todo lo que ya no tendrás, te das cuenta de que esos planes de futuro se han roto, y tu corazón con ellos.

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